Como una enorme txalaparta, los mazos del antiguo batán de Villava resuenan de nuevo recordando el antiguo oficio de los pelaires (tejedores). Un mismo edificio varias veces reconstruido con diversos usos y un denominador común: el agua. Así, situado en la orilla derecha del río Ultzama, junto a un espectacular salto de agua y la iglesia Trinidad de Arre, este emblemático edificio fue molino harinero, primero, batán después y hoy, museo y centro de sensibilización del Parque Fluvial del Arga.
Medios audiovisuales, paneles explicativos, material fotográfico, maquetas a escala y talleres didácticos ayudan a comprender por un lado, el pasado del edificio como fábrica de paños e industria de papel y por otro, el presente del mismo como centro de sensibilización del Parque Fluvial del Arga.
Su reconstrucción actual como museo devuelve a la memoria su pasado más importante como batán. El término «batán» proviene del árabe, y significa «golpear». Precisamente esa es la función de esta máquina destinada a transformar unos tejidos abiertos en otros más tupidos mediante sacudidas continuas de los mazos. La tarea se realizaba primero manualmente pero en la edad media idearon este mecanismo que utilizando la fuerza hidráulica hacía mover una rueda de madera que a su vez ponía en funcionamiento los mazos golpeadores.
El batán principal de Villava comenzó su andadura en la Edad Media como molino harinero para convertirse en molino trapero en el siglo XVI. Los tejedores trabajarían en él las telas eficazmente hasta el siglo XIX. Olvidado durante 100 años, resurge en el siglo XXI como museo. Los trabajos de reconstrucción han respetado su estructura y conservado las piedras exteriores. Así, en la actualidad puede recordarse la antigua actividad del mismo mediante una máquina de abatanar tejidos, una réplica de un telar del XVI y una máquina para fabricar papel vegetal.